LA CREACIÓN DE UN GLADIADOR

Revista TALK

(Traducción de Mariola)

 

Russell Crowe nunca había hecho de héroe épico. Ridley Scott nunca había contado una historia personal. Pero todo cambió cuando los dos se juntaron para hacer Gladiator.

-Por Jonathan Mahler-

 

Russell Crowe mide algo menos de 1.82. Como Máximo, el personaje que interpreta Gladiator de Ridley Scott, tiene la fuerte constitución de un hombre que ha entrenado sus músculos honestamente. Pero para Russell Crowe, un actor que se ensancha o se contrae cuando es necesario, no es así: "Este cuerpo fue diseñado específicamente para el papel."

"Es sólo una jodida gran bestia, ¿sabes?" dice Crowe sobre Máximo "con fuertes y grandes músculos de manejar espadas y montar a caballos con 30 kilos de armadura encima. O sea, intenta hacer eso día tras días."

Es difícil creer que Russell Crowe, cuya carrera se ha dedicado a ennoblecer las pequeñas luchas del hombre ordinario, se pusiese a vestir una toga, llevar un escudo y encargarse del imperio romano. Simplemente parece estúpido. Incluso para él: "Como actor, un tío con sentido del humor - no puedes meterte en una situación donde alguien te da en el hombro y te dice, 'tío, Ridley Scott va a hacer una película enclavada en el año 185 D.C. y tú eres un general romano, ¿vale?' y tú dices, 'ah, vale'."

Se podría pensar que Hollywood había aprendido la lección de Cleopatra. Estrenada en 1963, fue una de las últimas grandes producciones épicas sobre la época romana, y un completo desastre. Ni siquiera Elizabeth Taylor y Richard Burton pudieron salvar aquel novelón de cuatro horas que costó cerca de 40 millones de dólares (casi unos inconcebibles 219 millones de los de hoy) y estuvo cerca de llevar a la Fox a la bancarrota. Los primeros 6 millones produjeron sólo 11 minutos de película válida, y el director original, Rouben Mamoulian, nunca volvió a hacer otra.

Cleopatra también echó el telón a un género de películas - "de sandalias" como son conocidas - que desde entonces se convirtieron en el blanco de los chistes en la industria. Eran espectáculos históricos, pobres en personajes e historia pero largos en togas: creaciones clásicas de después de la guerra que dieron a Hollywood la oportunidad de impresionar al público con su fuerza tecnológica. Olviden el hecho de que el imperio romano que se veía en estos filmes era estrictamente el referente a la época del 150 A.C., ¡eso era cine!. Pero durante más de 3 décadas pareció seguro decir que este género estaba muerto como el propio Julio César. Los espectadores nunca volverían a ver hombres hechos y derechos con guirnaldas persiguiéndose en cuadrigas.

Entonces, en mayo de 1996, David Franzoni, uno de los guionistas de Amistad, le dijo a W. Parkes, vicepresidente de la división de películas de la Dreamworks, que quería escribir un guión sobre gladiadores. Increíblemente, Parkes no le enseñó la puerta de salida.

De hecho, menos de un año después Parkes se encontró a sí mismo proponiéndole la idea al renombrado director Ridley Scott. Parkes se presentó al encuentro armado con un enorme sobre lleno de notas. También llevó una fotografía en color de una pintura del siglo XIX, Pollice Verso (en latín, "pulgar hacia abajo"), en la que un gladiador triunfante permanece en la arena del coliseo romano mirando al emperador, que va a decidir si su oponente derrotado vivirá o no. Mientras Parkes le esbozaba con entusiasmo parte del argumento, los ojos de Scott seguían puestos en el cuadro. Cuando Parkes acabó su discurso de 10 minutos, los dos se quedaron en silencio. Sin dejarse llevar por los peligros inherentes del género y al parecer sin preocuparse por los pormenores de la narrativa de la película, Scott simplemente miró a Parkes y asintió. "Sí," dijo sin pensarlo, señalando el cuadro, "puedo hacer eso".

Ridley Scott nunca ha tenido ningún problema a la hora de crear realidades, tanto si mira al futuro (la mega polis decadente de Los Ángeles del año 2019 en Blade Runner parecía más real que la de ahora mismo) o al pasado (incluso la calamitosa 1492: La Conquista del Paraíso, está llena de imágenes evocativas de la corte española, los bosques de las islas y la flota de Colón). Un realizador con ojo de pintor, se le conoce por sacar de repente un dibujo en mitad de una historia y en pocos momentos, hacer rápidamente una perfecta interpretación -un Ridleygrama- de la escena en cuestión. Pero Scott ha pagado un precio por estos espléndidos cuadros: el héroe de Blade Runner fue tan escasamente desarrollado que los devotos del film aún discuten sobre si era también un "replicante". Los personajes de Scott son icnográficos y sus historias, superficiales. En otras palabras, poner una película de gladiadores en las manos de un director seducido tan fácilmente por el esplendor de las imágenes les pareció a todos garantizar una película de televisión de programación de madrugada sobre hombres en faldas cortas en un combate frente a frente. Seguramente sería grandiosa de ver pero ¿será sólo eso suficiente para justificar la inversión de 100 millones de dólares que iba a hacer la Dreamworks?

Había otra razón para dudar de la sabiduría de este proyecto. El actor elegido para el papel principal era el intensamente combativo y obsesivamente involucrado Russell Crowe - no exactamente alguien a quien le gustaría la idea de convertirse en sólo otro mero detalle dentro de la visión de Scott.

Sin embargo, milagrosamente, los índices de aceptación de la audiencia en los tests de pantalla de Gladiator han estado entre los más altos que han visto los de Dreamworks, y casi ciertamente han sido más altos que los de cualquiera de las anteriores películas de Scott. Y es un film verdaderamente bueno, una irresistible película de acción envuelta alrededor de una innegable historia trágica de celos fraternales.

Como resultado, el poder de Gladiator reside en el inesperado emparejamiento de su director y su estrella. Eso se hace claro hacia la mitad de la película. Por entonces Máximo ha sido traicionado por el malvado hijo del emperador y vendido en esclavitud como gladiador. Como tal, su destino es matar a sus colegas para divertimento del público que paga. En esta escena, ya ha golpeado, decapitado y se ha desecho de unos cuantos luchadores para deleite de la rugiente masa. Después de sacar la espada del cuerpo del último oponente, se gira hacia las gradas. Arrojando el arma hacia el palco principal, grita "¿¿Os habéis divertido??" No es sólo el héroe recto y agraviado repartiendo golpes a sus opresores. Su Máximo no se perdona el asco que siente hacia la multitud. En el retrato de Crowe, el valor de Máximo no depende de la virtud.

Gladiator tampoco se muestra en la versión de dos dimensiones de la era romana a la que estamos acostumbrados. Scott desarrolla este mundo en su totalidad; su Roma no depende de eunucos y uvas peladas.

Scott le permite a Crowe ser un héroe épico y Crowe le permite a Scott ser un director humano. El resultado es un enorme e hipnotizante lienzo que nos cuenta una profunda historia íntima. Sólo el hecho de verla te transporta.

EL GLADIATOR

Cuando me encuentro con Russell Crowe en su hotel en Londres, acaba de volver de un día de ensayos para su siguiente proyecto, un film acerca de un negociador de rehenes que se enamora de la mujer del hombre que trata de rescatar. Va vestido con un jersey azul, vaqueros, y botas marrones, pero a pesar del atuendo y la sobriedad, no hay nada oscuro acerca de Crowe. Exuda una enorme energía que es combustible pero que siempre está fuertemente controlada. Es como si prepararse para una pelea fuese su estado natural. A lo largo de nuestra conversación, Crowe se muestra alternativamente divertido, peleón, perspicaz y enfadado. El cambio de un comportamiento a otro es brusco y siempre absoluto. Igual que su forma de actuar, no hay nunca ambigüedad alguna acerca de quién es en cualquier momento.

Crowe ha ido cambiando de personaje en personaje desde que tenía 6 años, cuando empezó su carrera en un programa de televisión para el que su madre trabajaba en el catering. A finales de los 80, cuando estaba en los veinte, hizo giras por Australia y Nueva Zelanda con una compañía de teatro. Representó Grease y Blood Brothers, y encadenó 416 actuaciones de The Rocky Horror Show. La producción teatral del Rocky Horror es incluso más interactiva que la película, y Crowe tuvo que aprender a pensar con sus pies, adaptando su personaje al momento requerido. Una noche cuando hacía de villano de la obra, el Dr. Frank N. Furter, un hombre del público le gritó "¡Bonitas piernas!", Crowe se giró al que había interrumpido. "Nunca podrás hacerte travestido, cariño" le dijo. "No habría suficiente pintalabios para pintarte la boca". Después de la representación, Crowe iba de camino a un pub cercano cuando le pararon dos miembros de la plantilla del teatro. "¿Sabes ese tío que ha gritado antes?," le dijeron, "bueno, pues es un travesti. Está ahí con ocho de sus colegas y te quieren comprar una botella de vino".

Crowe vive en  una granja de ganado de 560 acres a siete horas al norte de Sydney, que compró para sus padres hace 5 años. Nació en Nueva Zelanda pero se crió en Australia, trasladándose de apartamento en apartamento alrededor de una serie de pubs que su padre regentaba. Era un ambiente ideal para un joven actor que empieza a coleccionar personajes. "Consigues ver a la gente en sus momentos más reales. Y los ves al final de la noche cuando se van," dice. "Con la corbata desecha y la mujer llevando los zapatos en la mano".

Con 36 años, ha hecho 19 películas y su dedicación es asombrosa. Trabaja todo el tiempo y cuando no está en la acción, se sienta a estudiar a los que tiene alrededor. "Es como un psicólogo, metiéndose todo dentro" dice un amigo suyo. "Y todo le sale cuando actúa." Incluso sus actividades de ocio parecen estar al servicio de sus actuaciones. Después de El Dilema, se llevó a 11 amigos en un viaje en moto de una semana por Australia, esperando conseguir un mejor sentido de las responsabilidades que pesarían en Máximo.

No es ninguna sorpresa entonces que una de las primeras canciones que Crowe escribió para su banda de rock, 30 Odd Foot Of Grunts, - es el cantante, guitarrista, compositor y co-fundador - se llamara "Quiero ser Marlon Brando". Crowe, que está soltero, me dice que como compositor es más prolífico cuando tiene el corazón roto, y que últimamente lo ha sido mucho. Así que le hago la pregunta obvia:

-"¿Te han partido el corazón últimamente?"

-"Oh, sí, muchas cosas."

-"¿Cómo qué?"

-"La muerte de una buena vaca... me dejó hecho polvo."

 

Crowe reconoce el hecho de que su vida "real" alimenta su trabajo como actor. Como si quisiera probar esto, remarca las variadas ocupaciones de sus amigos - jardinero, vendedor de seguros, contable - que no están en el negocio del cine.

 

-"Me gustaría hablar con ellos."

-"Mala suerte."

-"¿Sí?"

-"Sal de mi vida real y sigue con la fantasía, tío."

 

Pero la pasión con la que describe su trabajo como actor y la indiferencia con la que habla de su vida personal te hace preguntarte si no ha confundido las dos. O, al menos, si la distinción entre su vida real y su vida como actor no es artificial.

Las historias sobre la naturaleza áspera y provocadora de Crowe se están amontonando rápidamente. Para Crowe simplemente no es una prioridad hacer a la gente como él. Incluso en una entrevista indignado, desvía aquellas preguntas que considera demasiado obvias:

-"¿Cualquier son algunos de tus lugares favoritos de Los Angeles?"

-"No digo nada. ¿Por qué demonios tendría que hacerlo? Seguro que la próxima vez que salga hay alguien que diga: 'Eh, Russell, sí, leí esto en la revista. Es bonito. ¿Quieres un chicle?' ".

 

Los que conocen bien a Crowe aprenden a no tomarse personalmente estas confrontaciones. Rick O' Bryan, entrenador personal de Los Ángeles que ha trabajado con el actor durante años recuerda haber sido animado a un partido de rugby a las 7 de la mañana, el primero que jugaba. Crowe explicó rápidamente las reglas y luego las ignoró durante el partido. O' Bryan hizo lo mismo. "¡Juega según las putas reglas!" le gritó Crowe. "¡Estoy jugando según las reglas igual que tú!" le respondió su entrenador. "Si alguien hubiera estado mirando habría dicho, 'Russell es un gilipollas' " observa O' Bryan. "Pero nos lo estábamos pasando bien. Russell quiere que la gente no se corte con él, pero raramente es así porque puede intimidarte tanto... si la gente no está acostumbrada a tener esa clase de intensidad a su alrededor, les desconcierta."

De todas formas, para ser justos, es la intensidad y el sentido de compromiso de Crowe lo que le diferencia como actor. Literalmente puede convertirse en cualquiera. En Proof (La prueba), de 1991, un film australiano independiente, Crowe hace de un ingenuo chico, que trabaja como lavaplatos, que se hace amigo de un fotógrafo ciego después de conocerse por casualidad. Éste termina por confiar en su nuevo amigo para que le identifique las imágenes de sus fotografías, para asegurarle que el mundo a su alrededor es realmente como imagina que es. Crowe consigue el tono perfecto aportando sólo lo justo de su propia inteligencia para darle la profundidad al personaje sin llegar a hacerlo realmente inteligente. Y Crowe parece ser capaz de encontrar humanidad en cualquier sitio. Pasó de ser dulce e infantil en La Prueba a ser nihilista y estar hastiado al año siguiente, cuando protagonizó Romper Stomper, película acerca de los neonazis australianos. Es un film bastante duro de ver: el odio y la violencia son despiadados y como es una película de bajo presupuesto, lo sangriento es especialmente nauseabundo. Crowe está extraordinario como el líder, Hando, un skinhead primitivo y lleno de odio que de alguna manera consigue retener un aire de vulnerabilidad.

Sharon Stone vio el film de 1992 e inmediatamente quiso intentar que Crowe estuviera en el reparto de Rápida y Mortal, que ella misma estaba produciendo. "Pensé que era la actuación más sobresaliente. Tan profunda y emocionalmente inteligente" dice. Stone vio en Crowe una cualidad del antiguo estereotipo del macho que es rara entre los actores más brillantes de su generación: "Tiene firmeza de carácter y luminosidad al mismo tiempo".

Curtis Hanson, el director de L.A. Confidential, también admiró a Crowe en Romper Stomper y pensó que sería perfecto como Bud White, un policía voluble y reprimido en Los Angeles de los años 50. "Con Russell me vi confrontado con un actor de tal intensidad y emoción que podía ser canalizada en la persona de Bud White, que simplemente me pareció una combinación perfecta" recuerda Hanson, quien decidió comenzar la película con un impactante primer plano del rostro tenso y profundo de White. "No habría empezado así si no pensara que el público iba a mirar esa cara - que la mayoría nunca había visto antes - y se preguntara dos cosas: ¿quién es este tío y a qué está mirando?".

En la novela de James Ellroy que puso la base para el guión, White es el policía más imponente físicamente del LAPD (Departamento de Policía de Los Angeles), así que inicialmente Crowe se negó a hacer el papel: "Le dije (a Hanson) '¿sabes?, estás siendo ridículo' y fue como si Curtis me dijera ' y tú demasiado literal'".

Un par de años después, Michael Mann le pidió a Crowe que leyera el papel de Jeffrey Wigand, un flácido científico de mediana edad con dos hijas, en El Dilema. Esta vez Crowe estaba convencido de que alguien le había enviado el guión equivocado. Cuando Mann le aseguró que no era así, Crowe contestó que había un montón de actores con 50 años que podrían hacer perfectamente el papel. "Y él solamente me puso la mano en el pecho y dijo 'no estoy hablando contigo por tu edad, estoy hablando contigo por lo que tienes ahí dentro' " recuerda Crowe. "Y pensé que eso era jodidamente fantástico."

A Crowe le obsesiona la construcción física de sus personajes: "Si haces de pirata, sabes, necesitas el puto parche en el ojo." Para hacer de Wigand engordó 20 kilos - y los mantuvo con una dieta a base de bourbon Booker's y hamburguesas de queso. Para convertirse en Bud White, adaptó sus hábitos alimenticios y entrenamientos para cultivar la imagen de un antiguo jugador de fútbol que va siempre estirándose dentro de su ropa ajustada y arrugada.

Pero es la habilidad de Crowe para construir una coherencia interna emocional en sus personajes, para llevar su imaginación con cada elección que han hecho, lo que le distingue como actor: "La verdad emocional es la primera cosa y la más detallada que debes conseguir" dice. "Es como un cantante escuchando a otro y dan con una nota o con algo y sonríen y siguen, bueno, eso estaba genial... porque saben lo que es, es sólo dejarse llevar realmente en vez de intentar controlarlo completamente".

Y Crowe es claro acerca de dónde le lleva la verdad, sin sentirse nunca avergonzado por lo negativo que pueda encontrar. Imaginando la vida de Bud White, consideraba cómo se habría sentido el personaje dentro de una creciente comunidad negra de L.A. "A la gente le ofende cuando lo digo porque se sienten apegados románticamente a un personaje, pero la verdad es que Bud era un racista y malhablado hijo de puta, y si te lo hubieras encontrado por la calle, probablemente lo habrías odiado".

Si un policía reprimido y de mente estrecha es un héroe improbable, también lo es un tímido científico de cara pastosa. Al Pacino puede haber sido la "estrella" de El Dilema pero la intensidad subestimada de Crowe lleva las riendas del film. Su Wigand es trascendente en el sentido más verdadero: parece como si todo lo que hay de humanidad pendiese en la balanza junto con cada aparentemente insignificante decisión que hace el personaje. Wigand es un hombre simple pero en la interpretación de Crowe, se vuelve profundo.

Le pregunto a Mann en su oficina de Los Ángeles cómo llevó a cabo Crowe una escena en particular, ésa en la que Wigand ve cómo el trozo de su entrevista en 60 Minutos nunca va a emitirse. ¿Cómo había hecho tan descorazonadamente claro que este hombre se estaba deshaciendo - sin hacer nada?. "Ningún entrenamiento ahora ni antes, ninguna teatralidad te lleva a ese momento si eres un actor. Lo construyes dentro de ti mismo y lo llevas, lo usas. Si él lo hace, la cámara lo verá. Si no lo hace, la cámara tampoco" contesta Mann. "Ahora, vuelves y ves el momento y sabes lo que está pasando con este tío. Y no hay lágrimas, ni rabia, ni burla. Y entonces se levanta y se va. Ésa es la quintaesencia de Russell Crowe."

EL EMPERADOR

La primera elección de Ridley Scott para hacer de Máximo no fue Russell Crowe. Fue otro australiano, Mel Gibson, que se rió cuando Scott lo llamó para sondearlo con la idea: "¡Soy demasiado viejo, tío!"

La primera vez que me encuentro con Scott es en un pase privado de Gladiator, en unos multicines de una zona comercial en Thousand Oaks, a más de una hora al norte de Los Angeles. Dreamworks quería que tuviera lugar a una cierta distancia de Hollywood, tanto para conseguir una reacción más real del público como para evitar publicidad prematura para su blockbuster del verano.

Cuando llego, Scott está en la fila para comprar palomitas. Es un hombre bajo, de pelo anaranjado y barba grisácea. Sus modos son a la vez afables y educados. Cuando era un adolescente, Scott quería alistarse en los marines de la armada británica, pero su padre, un antiguo militar, insistió en que fuera a la escuela de arte. Así que Scott aprendió a pintar, algo que se puede apreciar en el sin fin de detalles que se prodigan en sus películas. Casi sin excepción, sus films han sido atacados por elevar sus ambientes al papel de protagonistas y reducir a los personajes a estatuas en un museo de cera brillantemente concebido. Scott no tienen paciencia para esta crítica y se enciende cuando habla de Alien: "Entonces la queja fue que la caracterización de los personajes era débil. Y yo dije, 'vale, Dios mío, no se necesita más que eso, tío. Tienes a ese cabrón que viene a por ti, ¿qué otra cosa necesitas?' ".

Scott retrocede otra vez al tiempo en que los directores no tenían necesariamente agendas personales o visiones estéticas. Eran sólo ojos que se alquilaban que simplemente agarraban un guión y lo hacían lo mejor posible para llevarlo a la realidad. Así él es más un maestro artesano que un autor. Y no hay una sensibilidad particular que unifique el total de su trabajo. Los films de Scott son a menudo oscuros y expresan una inequívoca desolación sobre el lugar del hombre en el mundo, pero lo que los une a todos es que son magníficos de ver. Como resultado, incluso sus fracasos son memorables. Y como los realizadores de antes, Scott es notablemente prolífico.

Como director, Scott es más grande que la suma de sus películas. Incluso el poder visual de sus dos esfuerzos más recientes, Tormenta Blanca y G.I.Jane no pudo animar sus narraciones, y su última epopeya, 1492, es un hermoso y pesado lío. El último éxito real de Scott fue Thelma y Louise, y ninguna de sus películas ha revivido otra vez la promesa de su film negro ciberpunk, Blade Runner, que fue un fracaso cuando se estrenó en 1982. No fue hasta años después en que la película se convirtió en un clásico para teóricos académicos y cinéfilos nocturnos cuando consiguió su sitio en el Olimpo. "Sí, creo que lo conseguí con Blade Runner," se ríe. "Y luego nos vinimos abajo: espero que Gladiator lo haga mejor."

Las películas más entretenidas de Scott no sólo proporcionan diversión; son expresiones de un momento cultural. Blade Runner y Alien ofrecían una visión siniestra, incluso paranoide, del futuro en una época en que Ronald Reagan sosegaba a los Estados Unidos con un borroso optimismo. Años más tarde, Thelma y Louise dio pie a un encendido debate sobre el feminismo que le valió ser portada de la revista Time. Gladiator inesperadamente puede encontrarse en una posición similar. Después de todo, en la era de alineación en la que Dilbert (el personaje de comic) representa al hombre ordinario, es difícil no sentirse como si estuviéramos todos en nuestras batallas diarias en las que los obstáculos se van amontonando.

Es una metáfora apropiada para la experiencia de Scott al rodar Gladiator. La película comienza durante los últimos días del reinado del emperador Marco Aurelio. Éste quiere que su mejor general, Máximo, tome las riendas cuando él muera. Esto no sienta muy bien al hijo de Marco Aurelio, el hambriento de poder Cómodo (interpretado por Joaquin Phoenix). Cuando su padre le da la noticia, lo estrangula. Con él muerto, Cómodo ordena matar a Máximo, quien logra escapar pero tiene que ocultar su identidad, y pronto es vendido como esclavo y forzado a convertirse en gladiador. El resto del film sigue el camino del héroe hacia Roma hasta llegar a la confrontación final en el Coliseo con Cómodo.

Por supuesto, Scott no pensó en rodar de cualquier manera. Construyó la antigua Roma en la isla de Malta, ni más ni menos. La pieza central del set era una réplica del Coliseo. Erigido en un fuerte maltés de 500 años, tenía unos muros de 50 pies, un palco del emperador hecho de mármol, y enormes pantallas para el sol para realzar las sombras. Cuando se terminaba de rodar al final del día, los miles de extras vestidos con túnicas se amontonaban en las salidas en un espectáculo digno de los Monty Python. ("Eran las multitudes más grandes con las que he estado nunca", dice un actor.)

En una escena, un senador romano, interpretado por el actor John Shrapnel, va al encuentro con otro senador, interpretado por Derek Jacobi, en lo equivalente romano a un café local. Para llegar allí, Shrapnel tenía que cruzar una plaza con 1500 romanos y 7 cámaras. "Esas 7 cámaras cuentan una gran historia sobre la vida romana", dice el actor. "Ves una ciudad viva, no sólo un montón de gente en carros".

En el centro de todo este pandemonium estaba el mismísimo emperador del film que no perdía el control en ningún momento. "Ver a Ridley orquestar a todos aquellos cámaras es algo increíble," dice Crowe. "Trabajar con él era como estudiar física cuántica con Picasso."

Además del caos estaba el hecho de que el guión, completado teóricamente seis meses antes de que comenzara el rodaje, se había desecho sustancialmente desde el primer día de filmación que tuvo lugar en un bosque empapado de barro, en Surrey (al sur de Inglaterra). Para la escena inicial de la batalla, se importaron a los Ángeles del Infierno (los famosos moteros de Los Ángeles) para que dieran vida a los bárbaros germanos que luchan contra los romanos. Durante días, la gente del lugar se quejó por el daño que se le estaba haciendo a sus queridos bosques. Un periódico inglés incluso mostró fotografías "exclusivas" además de una historia que comparaba los estragos medioambientales que Gladiator estaba haciendo a la devastación de Julio César en el año 54 A.C.: "Nada pudo detener a las poderosas legiones entonces... y nada los detiene ahora."

No sólo estuvieron ahí los principales elementos de la narrativa que se consideraron antes de que comenzara el rodaje, hubo un gran debate sobre cómo debería acabar el film, debate que se complicó por la muerte de uno de sus protagonistas, Oliver Reed. Actor británico, gran bebedor, que interpretaba a Próximo, el propietario de Máximo y antiguo gladiador, Reed sufrió un ataque al corazón antes de que consiguieran rodar una importante escena final. (El pequeño pub que frecuentaba Reed durante el rodaje se ha convertido desde entonces en una atracción turística, y su rumoreada última ronda de bebida - ocho cervezas, 12 dobles de ron y media botella de whisky - se ha convertido en una especie de legenda. También se hicieron famosos los altercados del pub en los que Reed participó con miembros de la Armada maltesa.) El día después que Reed murió, Scott ordenó un momento de silencio en el Coliseo. "Tenías a los animales alrededor, las cuadrigas esperando a empezar a moverse, y algunas banderas ondeando al viento, y había un silencio absoluto," recuerda Shrapnel. "Fue un momento muy emotivo. Y cuando pasó, tuvimos el día más productivo que puedo recordar." Al final Scott montó planos tomados de anteriores escenas con Próximo, computerizó un primer plano previo de él y cambió su escena final. "Encontré la solución para ello y pensé que funcionaría para él" dice Scott. "Fue su redención."

Hay elementos verdaderos en la historia de Gladiator. Marco Aurelio sí tuvo en realidad un malvado hijo llamado Cómodo, que era su único heredero vivo. Pero el auténtico Cómodo tuvo la bendición de su padre cuando accedió al poder. Es verdad que Cómodo fue un desastre como emperador: su ascensión marcó el comienzo del declive del imperio romano, y al final fue asesinado.

Las escenas de gladiadores que hay en la película son bastante sangrientas pero nada comparado con lo que pasaba realmente dentro del Coliseo auténtico. Los prisioneros de guerra y los mártires cristianos que rehusaban a renunciar de su fe eran condenados a morir, en ejecuciones públicas, entre los dientes de bestias salvajes, muchas de las cuales eran traídas desde el África subsahariana. Los animales también luchaban entre sí - sólo en la ceremonia inaugural del Coliseo se mataron entre 5000 y 9000.

Conforme se desarrollaba la era  y se incrementaba el apetito del público , las matanzas se hicieron más perversamente imaginativas: un criminal, presuntamente condenado por un delito sexual, era obligado a desempeñar el papel mítico de Pasifae, cuya pérdida de autocontrol la llevó a mantener relaciones con un toro. Se cuenta que encadenaban juntos a un oso y a un toro, y se enviaba a los esclavos uno por uno con una llave para que intentaran liberarlos. Invariablemente los enfurecidos animales los reducían a pedazos. También se representaban en el Coliseo batallas a escala real con miles de hombres. Los enfrentamientos navales, para los que se retiraba la arena, eran especialmente populares y para realzar el espectáculo, se entrenaba a los animales salvajes para que nadaran. También se daba el caso de ser elegido para representar a Orfeo, el hijo de Apolo, cuya música tocada con una lira amansaba a las bestias en el mito griego. Se enviaba a un criminal a la arena vestido como el personaje mítico, sólo que se le encadenaba a una roca y la bestia en cuestión era un oso que procedía a despedazarlo costilla por costilla.

La primera vez que Scott se acercó a Russell Crowe para el proyecto de Gladiator, Crowe estaba completamente inmerso en El Dilema - tanto que casi rechazó el papel. Fue Michael Mann quien al final le persuadió para que no se perdiera aquella oportunidad, yendo una mañana al trailer de Crowe y diciéndole que aunque apreciaba todo el esfuerzo que estaba derramando en Wigand, antes de que se decidiera a rechazar el papel de Máximo, debería pensar sobre el hecho de que Ridley Scott era uno de los mejores realizadores en la historia del cine.

"Y ¿sabes?, realmente lo es," me dice Crowe. "Y cuando dice realizadores, quiere decir exactamente eso. Se refiere a la gente que mira a través de esa jodida cámara y lo ve. Lo ve antes incluso de que se la ponga al hombro."

Esto no quiere decir que la relación de trabajo fuera fácil. El estilo de filmar de Scott no es exactamente del entusiasmo de los actores. Jodie Foster y Robert Redford se marcharon de su proyecto abortado de 1994, Crisis en la Zona Caliente, porque les desanimó la trama fácil y los personajes simples, y Harrison Ford una vez llamó a Blade Runner la peor experiencia de su carrera. "Ser un soldado raso en el ejército de Scott" es como Crowe describe el trabajar para Scott.

Tampoco es que resulte un paseo por el campo el trabajar con Crowe. Craig Lahiff, que lo dirigió en la película de 1997, Heavens Burning, dice que Crowe le dio un 110 por ciento. "Para decirlo delicadamente, me dio más de lo que le había pedido. Tiene ideas firmes," recuerda Lehiff. "Usa un montón de energía negativa, y para dar una buena interpretación hace sufrir a los otros actores. Se enfada bastante."

Cuando fue a desarrollar su personaje, Crowe insistió en lo que -al menos para Scott- fue una inusual colaboración. "Si el guión no está perfecto para empezar, es posible trabajar en algo más especial," dice Crowe. "Y ése fue el tipo de acuerdo al que Ridley y yo llegamos en nuestra primera conversación. Lo haríamos juntos." Y lo hicieron. Scott no ha estado así de contento con una película desde Blade Runner, y mientras que Gladiator no eleve el tipo de preguntas existenciales del film anterior - ¿qué significa ser humano?, ¿cómo de verdadero puede ser un recuerdo?, ¿quiénes somos para negociar con nuestra propia mortalidad? - seguramente te emocionará. Y Scott reconoce que su héroe es parte del porqué: "Al final de todo, la clave es que Russell merece la pena. Esa es la clave. Él merece la pena."

Y así es como debería ser. "Puedes llevarlos en un viaje, llevarlos lejos, muy lejos, y llenar sus vidas con todos los detalles del personaje" dice Crowe describiendo la experiencia ideal de ver una película, "y luego, dejarlos que vuelvan suavemente al mundo real, habiendo estado en esta gran aventura."