Por CalíopeCrowe

 

La balada del hombre triste

 

Después de leer durante estos últimos días las críticas de profesionales (las vuestras) y las de "supuestos" profesionales de los medios (algun@s contaminados por el virus anti-Crowe) y de haber disfrutado de un personaje de nuevo maravilloso creado por el señor Crowe, me decido a poner mi granito de arena y opinión, respecto a Tenderness.

No he podido resistir a la tentación de mi amiga Magdalena al aparecer en mi casa con la peli, ¡mil perdones a las diosas de la paciencia y a ti, Mariola, pero la carne es débil! Y teniendo los dientes haciendo surcos por el asfalto después de lo leído en este foro, mi resistencia ha sido casi nula.

 

El único título que se me ocurre es el que está arriba, la balada del hombre triste...

No me canso de repetir que Russell encarna mejor que nadie en el mundo toda clase de personajes, héroes trágicos llenos de fuerza y en el caso que nos ocupa, héroes anónimos pero legales, hombres a los que no les dedicarías una segunda mirada pero que sin embargo son capaces de provocar tal avalancha de sentimientos que sin ser ni pretender convertir su personaje en protagonista, se lleva lo que nunca han tenido este tipo de hombres, todas las miradas.

Ahí está arrollador como siempre en la piel de el teniente Cristofouro, un hombre en apariencia gris, normal...

Un veterano poli con una tragedia personal, compartida por una obsesión por cumplir con un deber que lo mantiene más apegado a una rutina que tal vez no lo haga convertirse en el típico poli perdido que tantas veces hemos visto en el cine.

 

Es realmente emocionante ver desaparecer (como siempre) a Russell Crowe (y más después de ver el reportaje de la revista Empire, como Robin Hood), un prodigio de virilidad y magnetismo, en las maneras de un hombre de mediana edad, fondón, con una mirada de resignación por la vida que le ha tocado en suerte, que sin embargo es capaz de derrochar veneno (las escenas con Foster y esas medias sonrisas son antologicas) y una dignidad a prueba de bombas que te hace replantearte muchas cosas.

Habéis comentado (y muy bien) la relación con su mujer pero yo quiero detenerme en una escena que me llamó mucho la atención.

Esa escena en el bar cuando una camarera parece ofrecer no sólo una simple tarta sino el reflejo de tal vez una vida acompañada.

 

Le ves la cara a ese poli comtemplando el bello rostro de una mujer ofreciéndole algo más que una simple tarta a alguien que no ha tenido una satisfacción en años. Ese poli le regala una mirada antológica, una mezcla de resignación y firmeza que me dejó muerta por la riqueza de matices que le sabe imprimir Russell, (cuando ella le toca en el hombro, casi compadeciéndole), a un personaje ya sea de 5 segundos en pantalla o de tres horas.

La película no es redonda y no voy a entrar en cuestiones artisticas, que me enrrollo demasiado.

La dirección de Polson es lenta y el no demasiado carisma del resto de los protagonistas lastran una peli que en manos de cualquier dire más experimentado hubiera sido más digno e incluso memorable. La peli por momentos te resulta incómoda, no sólo por la antipatía que despiertan los personajes de Eric y Lori sino por lo truculento del mensaje.

 

Al final mi disgusto es no poder saber más y disfrutar con Cristouforo pero creo que es una película digna.

 

***

 

Por MariolaWhite

 

John Cristofuoro tiene una voz tranquila, pausada, profunda y muy triste. Vive sin dormir entre la ensoñación y la realidad y es el narrador de fondo de lo que pasa en medio: un mal cuento tan actual como constantemente repetido de lo que puede ocurrir cuando se pierde la perspectiva de esa realidad, en especial en la fragilidad de mentes jóvenes, enfermas o no, conscientemente crueles o simplemente perdidas.

Su sentencia al final del cuento es que el placer puede hacerte olvidar y el dolor te fuerza a la esperanza por ser siempre lo único que queda, porque el dolor no puede durar y puede que mañana cambie todo aunque para muchos no sea así.

 

John Cristofuoro es un hombre corriente, anodino y con la expresión descreída y resignada permanente en su cara, posiblemente envejecida antes de tiempo por ese bigote vulgar, el gris aspecto y sobre todo por el profundo y contenido sufrimiento por su mujer en coma. También es un policía veterano, solitario y casi asocial, pero es el único personaje de ese mal cuento que acepta ese dolor, lo asume, lo soporta, lo calla, lo sufre y lo expresa con la mayor grandeza y dignidad. Y también lo quiere evitar con toda su determinación. Al fin y al cabo, “estoy medio retirado, no tengo familia y es mi hobby”.

 

John Cristofuoro también es el único personaje que se salva del solemne aburrimiento del resto de escenas donde no aparece. Y si detrás −o mejor dicho, dentro− de Cristofuoro no hubiera estado el mejor actor del mundo (en esta vida y en la otra), esta película que firma John Polson sería uno de los mayores peñazos habidos y por haber. Sobre todo por la lentitud de escenas y situaciones entre dos personajes pretendidamente psicopáticos y trastornados en un viaje que se hace interminable por la sucesión de recreaciones en los rostros de dos limitaditos actores jóvenes. El hermanito de Ben Foster podía haber puesto más atención en cómo se recrea a un asesino psicópata y pirado viendo a ese canalla de Charlie Prince; ya sé que hay que salvar las distancias entre un western y este supuesto thriller psicológico actual, pero vamos, es que el chaval no da más de sí. Y la muchachita en cuestión que se vaya dando por el mejor ejemplo de cómo se puede enervar al personal para desear matarla a los cinco minutos de aguantar a su personaje.

 

No obstante admito que posiblemente sea más culpa del guión o de los personajes literarios de la novela, que son así de insoportables, pero los diálogos eternos y casi sin sentido entre ambos así como las situaciones en las que se ponen son de juzgado de guardia. ¿El Polson no echaba un vistazo a lo que acababa de rodar sin darse cuenta de que se estaban aburriendo hasta las piedras? ¿Nadie pudo decirle nada? ¿Tú tampoco, corazón mío?

Russell, vida de mi vida, sabes cómo y cuánto te admiro y te quiero sin condiciones y con mi ceguera más absoluta y fiel, sabes que te puedo perdonar todo lo perdonable hasta el infinito y más allá, sabes que no hay un actor y un hombre en este mundo que te llegue a la suela de los zapatos, sabes que Dios −o lo que sea− te dio el talento y la hermosura más grandes que se puedan conceder aunque no fuera posible, sabes que estamos para los oscars y los telefonazos, pero…

¡¡¡NI UN FAVOR MÁS A UN AMIGO PETARDO!!!

 

Una cosa es tenerse una amistad de años porque un día nos comimos la boca y el roce hace el cariño y somos coleguitas y me llamas y voy. Otra cosa es que salga un bodrio como este del que en realidad esta criatura es el único que no tiene la culpa pero lo dicho: ni un favor más, y menos para secundario o comparsa de lujo, que ya hubo vías de agua en American Gangster y nos fuimos a pique del todo en esa chochez de Red de mentiras de Sir Ridley −espero que RH me reconcilie con el Señor de los Puros−. Así que repito, NI UNO MÁS.

Y menos mal que en v.o., la cosa mejora bastante por el enésimo nuevo matiz de esa voz maravillosa y porque el tiempo en pantalla es bastante más del que me esperaba que, una vez vista tranquilamente en casa, se queda en algo más de media hora.

 

Tú has nacido para romper las pantallas de cine, para llenarlas al 100 % y llenarnos el alma y los ojos de ese talento y esa hermosura. Tu nueva lección de interpretación en esta película se merece ese 100 % de disfrute y no tanto coñazo y ansiedad esperando cada aparición de ese personaje de Cristofuoro, tan contenido y tierno, tan vulnerable como digno y tan melancólico. No hay nadie que exprese sentimientos como tú. No los desperdicies aunque no te cueste nada mostrarlos. Se merecen todo menos este supino aburrimiento.

 

Lo mejor: Russell. Todas y cada una de sus escenas pero destacando con conmoción absoluta ese momento mopa del principio, el último perfil tan desolador y roto dentro del coche y esa conmovedora escena final destapando el cuerpo de su mujer y lavándola con una esponja mientras tiene puestos videos de ella en la televisión.

 

Lo peor: Todo lo demás, o sea, demasiado. Una pena.